Un
día de domingo fui a la casa de mis abuelos a comer, después de comer, cuando
mis padres y mis abuelos estaban tomándose el café. Me fui al cuarto de mis
abuelos para esconderme en un armario. Me escondí en el armario, apoyé la mano
encima de una camisa de mi abuelo y sentí en la mano algo duro, quité la camisa
y había un libro muy pesado, sucio y con una funda de piel de cabra.
Le
quité la funda al libro, le soplé para que se quitara el polvo.
En la portada ponía: ``El
unicórnalo fantástico´´ Yo me lo guardé en una mochila y me lo llevé para
leérmelo por las noches porque me pareció divertido. Cuando llegué a mi casa,
me duché, cené y me fui a mi cuarto para leer el libro: ``El unicórnalo
fantástico´´
Abrí
el libro ponía, el unicórnalo, pasé la página y empecé a leer. Se trataba de un
unicórnalo fantástico que lo podía ver solo quien estuviera contento. Vivía en
el zoo, era blanco, con los ojos azules y con un cuerno de cristal transparente
en la frente. Al unicórnalo no le gustaba que fueran niños, porque los niños
iban contentos y se hacía visible para ellos. Él no quería que le viera nadie
porque tenía mucha vergüenza. El unicórnalo se quería ir de ese zoo. Los barrotes
de la jaula se iban erosionando hasta que un día por la noche el unicórnalo
empujó un barrote y se cayeron algunos.
El unicórnalo se escapó a un
bosque. Al otro día los niños no conseguían ver al unicórnalo y se pusieron
todos muy tristes.
Al terminar el libro me
gustó mucho y lo llevé al armario de la casa de mis abuelos y lo puse en su lugar.
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